miércoles, 22 de julio de 2009

Respiro.

Fran se acerco a su mujer desde que despuntaba el alba, su oído suspiro como aquellos atardeceres de su juventud, el sollozaba como sí fuera un pequeño niño que copulaba abrigo en el pecho de la mujer de sus sueños. Giro casi sin despegarse de ella, para limpiar los ojos lagrimeados. Contuvo por un instante la idolatría en la nariz, jactándose con vehemencia, ese amor descascarado y atornazado por su musa. Sin premonición oscilo su rostro trambulo y estrafalario, hacia aquel cuerpo emblanquecido, se gimoteo el instante haciendo vida sus momentos felices, como sí fueran revividos por su mente, mientras su boca hacia agua mielada sobre los labios de su difunta esposa. Fran tenuemente unto su rostro en el regazo estéril y frió de la mujer, quedándose inmóvil, como si fuera el silencio nocturno que acaricia la intemperie de los dos amantes.

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