domingo, 15 de febrero de 2009

Continuación de Cerca de mi piel.

Jaripustrerremtum.

La palabra me emergía de la boca, destellando arma maneto de insomnio eyaculaba precozmente su figura, la palabra renació bajo el amparo de su infantil sombra, creyendo fantasmas de ñañosas vidas utópicas de quimeras filantropías de un niño negro que abrazaba la nada que se convertía en vida.


Te he visto en mis sueños, sumergido en aquello sobrenatural, en esa esencia que sumerge a los espíritus a una verdad que se encierra en alelo de nostalgia y soledad.
Te envuelto de espasmo de sosiego de miseria, desangrando vidas ajenas que gemían por paz, te vi y tus ojos relinchaban historias de incapacidad.

Eran tantos los suicidios que desde mi cabeza se destilaban que aún las frases parecen incógnitas, pero esa nada, se hizo humo cada vez que ilusionaba con tu rostro varonil sin guerra y con una oportunidad de ser amado.

Camina por buenos aires cuando observe tus ojos oscuros pedir limosna despacito, casi sin aliento, eras pequeñito y tus ojitos me inundaron de paz el alma, entonces te abrace, tan fuerte que lloraste por abrigo y yo llore por amarte.

No se cuanto tiempo pase sin memoria recordando historias desfragmentadas en mi alma, pero no importo que fueron inventos o realidades cotidianas saber que existía encerrada como sombra en lugares inexistente para mi persona, tu luz inunda la vida que perdía a pedazos. Y te ame por la fuerza que nacía desde mis ojos y de mi vientre.

Cerré mis ojos y te guié a mi cuerpo, tus ojos relincharon derbillos arquetipos, mi aliento se contuvo por instantes mágicos, tus pequeñas manos negras se acoplaron a las mías y te abrigue con mi pecho desnudo y tu esencia se hizo sublime a esta vida sin lágrimas.

Recuerdo tantas veces como intento volver a mover los dedos de mis pies, me aferro a la constancia de esa inocencia inusitada de mis alas que recorren mi frágil esqueleto, ya no hay casi palabras de añoranza, ya no suspiros disfrazados de lágrimas, descanso de líneas reiteradas, pero recaigo en ese pasado fantasmal que me convirtió en mujer.


CAPÍTULO 15.


Me transformo en esa ironía sin control de voz, me trasformo mientras me escondo a los pies de mi cama, me trasformo sin mover el cuerpo destilado de lágrimas, me trasformo resonante en esa mujer cosmopolita que añora volver a vivir.

Gimo ecos de otras cuerpos, gimo enloquecida gritos de bocas desfragmentadas, gimo y tú pelvis desnuda ridiculiza mi esencia haraposa de besos estériles mientras acaricio al viento.

Me desnudo casi sin moverme, me desnudo imaginando tu cuerpo viril ceñido a mis muslos entre abiertos, me desnudo gritando mi muerte sin cuerpo sin alma y sin piernas.

Son lágrimas que adornan el colectivo humano que compongo como a un ser, son lágrimas abruptas y torrentosas, que divagan en mi piel, corrompo este inverosímil arquetipo de constructo soñoliento mientras soy esa que besa a un hombre imaginario.

Intento detener estereotipos virtuales imaginando los tuyos, negros, profundos y pequeños, que adornan la luz de un que se apacigua, soy la luz de mi vientre, del propio que engendra la nada, que engendra la luz que nunca tuvo.

Investigo mis recuerdos, los analizo como película de cine arte que trasciende de un firmamento sin estrellas, camino en mis imágenes palpables como si fueran el ruido ciego que apacigua esa vida aniquilada por una palabra si vida.
Investigo, analizo, comparo, confluyo, redundo, transformo, recreo estereotipos, me escondo como vagabunda, en ese nido mágico que contuvo el alma sin sueños, sin respiros. Es entonces que camino como transeúnte en busca de una humanidad acabada en mi misma, es entonces que recaigo en genes, ecos y eyaculaciones precoses de hombres sin rostros.
Me busco como aniquilación de tinta, me busco como si mis orgasmos múltiples se perdieran en sendas en que tu nombre se modifica sin aliento y sin piernas.

Me congelo, bajo tu piel desnuda, me congelo y mi entrepiernas resuena sonidos alternados ignorados por tus manos que estancan mi rostro en tus ojos, me congelo desnuda esperando que me contengas el cuerpo con caricias lingüísticas que resuenen mis oídos vetados de tu entrepiernas que deleita las ironías perplejas de vaivenes y pezones erizados.

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