NANOCUENTO.
Observo mi fugura neofita, absorbiendo tu esencia esteril, solo con la imaginación.
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Mi barraiga alicaida somete mi abdomen a un delirio de suterfugios alterados de vida y licencias.
Microcuento.
Han pasado años, observando las historias de una vida extraterrestre, no soy más que un viejo sesento que nunca ha hecho el amor. La pena y las lágrimas caen por el rostro, dejando marcas en mi cuerpo extraido de vida. Pasan los días como pasan las horas en un programa de TV y yo solo observó a los jóvencitos con esa añoransa que nunca pudo tocar mis manos.
Sentí solo gloria, sentí como el dinero bañaba mis dedos con soledad, pero nunca fui capaz de mirarte a los ojos y deterner tu partida.
Y hoy solo te escribo, como una especie de despedida, desde este cuarto de hóspital . . . Es díficil decir adios al viento, dejar estas lágrimas tras mis últimas palabras. Ya no queda nisiquiera una gota de esencias ganadas con vanangloria y escasa filantropia, son palabras que vienen a la cabeza y tu nombre pérdido en la nada, mientras vuelo a un viaje infinito, escaso de nueva oportunidad de creer que existe Dios, y la vida que jamás el amor me dió.
Solo me queda un respiro antes que extraigan de mí el alma y yo solo te escribo en la memoria para creer que quizas aún existo.
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